¿Dónde había quedado la Ley?
¿De quién era aquella ley que pensaban
que Jesucristo no cumplía, que anulaba?
¿Alguien amó más que Jesús a Dios y al hombre?
¿Alguien más que Jesús
tenía en sus labios el nombre de Dios
y su amor en el corazón?
¿Alguien más que Jesús había hecho ilusión de su vida
el cumplimiento de la voluntad de Dios?
La Ley se dio a Moisés
en unas Tablas de piedra,
y a se nos dio a todos escrita
con trazos de amor en la persona de Jesús.
El amor no tiene sino una fuente, Dios.
Y el hombre no entendió, hasta Jesús,
que el amor con que se nos pedía amar
era el amor que manaba del corazón de Dios.
Ama, lo primero, a Dios con todo tu corazón,
para que el amor con que amas
sea el amor con que ama Dios.
Dios se ama... Dios ama al hombre
con un amor que sólo Jesús
que bebió siempre de aquella única fuente,
llegó a entender... el amor hecho perdón,
el amor hecho entrega hasta la muerte.
Demasiado frías aquellas Tablas
para contener el fuego del amor de Dios.
Cumplir la Ley tiene ya una nueva expresión...
Amaos como os he amado yo...