jueves, 2 de abril de 2009

Sal de tu tierra, Sígueme a la tierra donde Vive la vida

Jesucristo sabe perfectamente de qué habla.
Él ya sabe que va a morir;
ni habla, pues, de esa muerte, ni de esta vida.
Nunca ha vivido por libre,
la Palabra del Padre ha sido siempre su guía,
se ha dejado conducir por ella.
Lo que nos dice, una vez más,
es la maravilla que supone seguir en la vida
el rastro de Dios.
El ha visto el mundo que hay detrás de su Palabra,
ha visto el mundo y el hombre que hay
tras esa palabra,
Y ha visto la vida a donde nos lleva esa Palabra.
Y lo dice con total convicción: "Yo soy esa Palabra".
Seguidme y viviréis para siempre.
Aquellos hombres no entendían y, no sé por qué,
se erigen en portavoces de Abraham, Moisés y los profetas;
insisten en que murieron, sin preguntarles antes
si están vivos o murieron para siempre.
Jesús ya lo dijo, pero tampoco entendieron.
"Habláis del Dios de Abraham, de Moisés...
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos".
¡Están vivos los que declaráis muertos!
El mundo y el hombre son la respuesta de la nada
a la primera Palabra de Dios.
Hoy se nos dice a los hombres otra Palabra...
que nos llama a otra vida... "para siempre".
Una palabra que nos invita a salir de la esclavitud
y caminar a la tierra de libertad, la tierra de Dios.
Es la verdadera tierra prometida,
la única tierra de libertad, la tierra en que vive la Vida