martes, 24 de marzo de 2009

Y Dios separó las aguas de arriba de las aguas de abajo


Posiblemente vivimos tan inconscientes la vida
que dejamos de agradecer el don del agua.
Un vaso de agua es un vaso de vida.
Nos parece normal el vivir... el agua sacia la sed,
refresca, limpia... ¡NO! El agua es vida.
Los entendidos hacen muchas consideraciones
a raíz del Evangelio de hoy.
Alrededor de la piscina ciegos, cojos, paralíticos,
y durante treinta y ocho años...
La actuación del Padre
seguro que no era diferente de la del hijo.
Los más desgraciados,
los que además de la enfermedad
no tenían a nadie que les llevara al agua,
condenados de por vida a la enfermedad...
No es la actuación más frecuente de Dios ¿no?
Jesús se acerca a uno de ellos,
de los más necesitados, por no decir el más...
Levántate, toma la capilla, y... a casa.
Cuando leemos en la Biblia
que Dios separó las aguas de arriba
de las aguas de abajo mediante una bóveda,
sólo vemos la ignorancia de los primeros...
No la niego; pero hoy se me ocurre
que hay algo más, bastante más.
Hay aguas que no manan de las fuentes,
que no corren por los ríos,
que no van a las casas por las tuberías.
Jesús es el "agua viva" venida del cielo.
Jesús no sólo nos salvó, nos salva...
Jesús es el agua de vida, es la VIDA.