domingo, 24 de mayo de 2009

Salí del Padre... Vuelvo al Padre


Jesús se va... y no nos lleva consigo.

No nos llamó para eso,

sino para que tuviéramos ocasión de enamorarnos de él.

Porque enamorarse de él es enamorarse del Padre,

de los hombres, de la tierra, del Reino.

Estar con Dios en un mundo sin Dios

no es sólo soportable, es apetecible, deseable.

Es estar en el mundo en el que Jesús estuvo

y en la misma situación en la que se encontraba él.

Seguro que en un día como hoy,

los apóstoles entendieron un poco más y mejor

el drama de Jesús.

Le encontraban a faltar

aunque en el fondo sabían que seguía con ellos...

Pero no era igual.

Y lo vieron... ¡Cuánto debía echar en falta Jesús al Padre!

Mucho más de lo que ellos le echaban en falta a él.

Pensamos siempre en Jesús Dios...

Así no podemos hacernos cargo de lo que él vivía.

Sólo su fe le permitía sentirse cercano al Padre,

buscarle cuando su misión se lo permitía.

Sabemos que así era,

porque cada día nos traía una sorpresa

de su encuentro con el Padre.

Todavía me cuesta entender

como tenía valor para volver cada mañana...

Sólo se entiende si se acepta

que hablaba con el corazón,

cuando nos decía lo mucho que nos quería.

No sigáis embobados mirando al cielo,

que creer no es sólo "ver" a Dios.

Todo lo que vemos lo reducimos a nuestra medida,

no importa si vemos a los hombres o si vemos a Dios.

Creer es ver con los ojos de Dios,

Que es como decir que sólo quien cree

lo ve todo en su verdadera dimensión.

La fe es lo que nos permite vivir el auténtico mundo real.

Sólo desde la fe se puede vivir con autenticidad

y ser testigos verdaderos de cuanto dijo y vivió el Señor.