jueves, 26 de marzo de 2009

Él era cuanto pedíamos... Él era cuanto Dios nos daba


Jesús es lo mejor de Dios y lo mejor del hombre.
Cuesta entender que se necesitasen tantas pruebas
para aceptarle, para reconocerle.
¿Dónde está lo mejor de nosotros?
Posiblemente no nos quedaba ya nada bueno
ni siquiera la ilusión de recuperar
cuanto fuimos, cuanto habíamos perdido,
cuando no éramos capaces de descubrir
que Jesús reunía en sí las ansias
de los mejores de entre nosotros
y todas la ilusiones y esperanzas de Dios.
Él era cuanto pedíamos
y era todo lo que Dios nos daba.
De Dios a los hombres y de éstos a Dios.
Ni casa ni una piedra donde reclinar la cabeza.
Cuando había terminado de dar a los hombres
el pan del día que Dios le había dado para todos,
regresaba al Padre para darle gracias
por él y por nosotros... así se lo decía.
Y no es que dijera mentira,
sólo que él veía ya entonces
lo que nosotros comprenderíamos un día.
Jesús es así: ama en el que ya somos
a los que seremos un día; sabiendo que es el amor que hoy nos tiene
el que hará de nosotros esos hombres y mujeres
por los que, ya ahora, dice al Padre: ¡Gracias!.