lunes, 11 de mayo de 2009

Siempre lo hemos oído... Obedecer es amar

Jesús no mira sólo el exterior.
Para él guardar sus mandamientos
supone algo más que la pura obediencia.
Cuando uno cumple para obtener unos objetivos,
nada tiene que ver la persona que "manda";
nada más tenemos que ver nosotros,
alcanzar algo que nos ilusiona.
Obedecer, así, no es amar; sólo amarse.
Los mandamientos de Jesús
guardan relación con la vida, con el ser;
y no miran su vida ni su ser,
miran nuestra vida, nuestro ser.
Guardar los mandamientos es
aceptar ser los que somos,
vivir la vida que expresa lo que somos
y que nos lleva a serlo.
Y si observas que es eso lo que Él vive,
piensas que sus mandamientos
no buscan hacernos siervos,
buscan hacernos iguales, amigos, hermanos.
buscan que podamos gozar del amor del Padre
del que él goza.
Como escribía el otro día,
Jesús no sólo ofrece su vida por mí, me la ofrece a mí.
El camino que nos ofrece es del todo atractivo...
Quien cumple mis mandamientos me ama,
yo le amaré y mi Padre le amará.
¡Demasiado...!
Ciertamente que el camino
no tiene nada de servidumbre,
es un camino de amor, de amistad...