viernes, 27 de febrero de 2009

Cuerpo, espíritu... ¿no pueden ser los mejores amigos?


El ayuno no es moneda de cambio.
El mal que hacemos a otros no se arregla
haciéndonos a nosotros mismos idéntico mal.
Ayunar no nos absuelve
de todas las hambres que hacemos pasar,
como ir al desierto tampoco nos absuelve
de la soledad en que hacemos vivir a los demás.
Es otro el sentido que hemos de dar al ayuno.
Hoy me gustaría tocar un punto...
El cuerpo no es el barro que sólo sirve de lastre.
Muchos dicen que el cuerpo repercute en el espíritu,
y siempre para su mal, eso dicen con frecuencia.
¿Quién ha dicho y dónde está escrito
que el cuerpo no puede colaborar para nuestro bien?
Ayunar es como el sentarse del cuerpo
al lado de su "mitad",
velando su sueño, sus pesadillas, sus angustias,
y diciéndonos al oído las palabras que él también oyó...
Yo también soy obra de Dios, ¿sabes?
cierra tus oídos a mis gritos de hambre
y ábrelos a Dios... tú y yo necesitamos su palabra
mucho más de lo que yo necesito pan.

Y abrázate a tu cuerpo, déjate abrazar por él...
¿Por qué han de vivir como enemigos
dos tan buenos amigos?