domingo, 12 de abril de 2009

Celebramos, en primer lugar, lo que celebra Dios

Jesús no vino para que todo continuara igual.
Entre el mundo que Dios pensó
y el mundo que nosotros hicimos
encontró muchas diferencias...
Él lo traducía diciendo:
vosotros sois de aquí, yo soy de allá...
Pero todos entendemos al oírlo
que no iban aquí las cosas demasiado bien.
Él hizo lo que tenía que hacer,
y era el único que podía hacerlo,
para que nosotros pudiéramos hacer lo nuestro.
Digamos que eso queda para mañana...
¿Y hoy?
Lo podéis imaginar. Lo primero felicitar a Dios
porque de nuevo Padre, Hijo y Espíritu
se han unido en estrecho abrazo.
Y de esos brazos... a los de María y José,
y a continuación ovación de gala
por todos los moradores del cielo,
por toda la creación...
En el cielo, como en ningún sitio,
hay un lugar privilegiado para el amor,
la fiesta y la alegría...
Y nosotros admirados, asombrados,
mirando a nuestro alrededor,
descubrimos que ha aparecido en nuestra tierra
un camino nuevo... el camino a Dios.
Y en la cima, esperándonos, el Padre, que rie... llora de felicidad.
¡Por fín los hijos pueden volver a casa!
¡Feliz Resurreción, Señor!